Hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial el mundo nunca
vivió un conflicto bélico como el de la Gran Guerra: millones de hombres
perecieron luchando en esta contienda y otros millones fueron heridos de
gravedad. Sin embargo, y aunque todos estemos de acuerdo en que todas las
guerras son horribles, siempre se puede sacar algo positivo de ello:
representan una ocasión única para el avance de las ciencias y de la medicina
en general.
La Gran Guerra fue pionera en los avances tanto médicos como
militares. En el campo armamentístico, se empezaron a usar nuevas armas como
morteros, ametralladoras o proyectiles que ocasionaban heridas hasta entonces
desconocidas como la gangrena, producida por estar parado en el agua
incontables horas; y las infecciones como la disentería o el tifus.
Muchos de los soldados no llegaban vivos a los hospitales de
campaña ya que recibían heridas mortales. Por ello, el tiempo que transcurría
entre que se producían las lesiones y la atención médica era básico para la
salvación de los soldados. Sin embargo la mayoría de ellos morían mucho antes
de llegar al hospital.
Hay que recordar que aún no existían los antibióticos, por
lo que muchos de los avances se apoyaban en experimentos científicos. Según un
artículo publicado en el diario El País, el profesor del Instituto para la Malaria del Ejército Australiano, Dennis
Shanks, ha encontrado documentos que recogen cómo, buscando una antitoxina
eficaz contra el tétanos, científicos franceses separaron a 200 prisioneros
alemanes heridos en dos grupos. A uno les dieron una vacuna experimental,
mientras que al otro grupo les aplicaron sólo medidas antisépticas. Entre los
inoculados, sólo uno murió de tétanos. De los demás, 18 murieron de la
enfermedad.
Pero, a pesar
de todo, los médicos de la IGM fueron capaces de lograr con los precarios
recursos médicos existentes salvar millones de vidas.
Para poder
explicar los avances médico sanitarios en la Gran Guerra es importante explicar
la famosa historia del soldado Ernest Cable. En 1915 Cable llegó al Gran Hotel
de Wimereux con diarrea sangrante y calambres estomacales, según afirma el
Canal de Historia. Tenía disentería, por lo que murió a las tres semanas.
Tan solo 20 años antes de
morir Cable, lo hizo Louis Pasteur.
Los médicos aún se estaban familiarizándose con su gran aportación a la
ciencia: el descubrimiento de que son los microoganismos, y no los espíritus o
un mal aire, los que están detrás de las enfermedades infecciosas.
La Gran Guerra permitió el
avance de la medicina en todos sus campos. Se descubrieron enfermedades nuevas
pero también curas que hicieron de la Gran Guerra la pionera en el estudio de
los avances médicos
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